El gozo de ser partícipes del testimonio de Dios
Fue un domingo especial. La primera reunión de miembros del año, y para algunos de nosotros, la primera de nuestras vidas. Se podría decir, humanamente hablando, que la reunión se desenvolvió en la dinámica de exponer varios asuntos ministeriales de lo que estamos viviendo como iglesia. Pero la verdad es que, para nada, esto fue lo que sucedió.
Nuestros pastores y varios líderes compartieron con nosotros el nuevo modelo de asimilación, el proceso para tomar consejería bíblica, el por qué de la membresía, el estado financiero, las nuevas comunidades para llegar con el Evangelio a más almas, el camino de los nuevos diáconos y pastores… Y mientras todo esto sucedía, se hacía cada vez más fuerte la convicción de que fue el Señor mismo quien nos había convocado, para dar Su testimonio de lo que está haciendo en Su iglesia. ¡Qué hermoso gozo aquel que está en reconocer que el Señor lo ha hecho todo!
Y luego, esa maravillosa dualidad del alma, de sentirse indigno y a la vez feliz de ser parte de lo que el Señor está haciendo en nuestra amada iglesia local. Es de esas experiencias cristianas sublimes e indescriptibles que el Señor nos regala; es el sentirse sobrecogido al ver por esta ventana celestial ─la Reunión de Miembros─ que el Señor gobierna todo a través de Su Palabra, y que estamos bajo ella. ¡Oh dulce pacto, que tu amor propició! ¡Dulce asamblea de los rescatados, a quienes tu amor salvó! ¡Tu Reino sigue avanzando, y Tú lo has hecho todo!
“Así que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento”.
1 Corintios 3:7
Por Pietro Andino.